En noviembre de 1991, el actor Klaus Kinski fue encontrado sin vida en su casa de California, cuando, al parecer, llevaba muerto más de veinticuatro horas. Pocos creyeron que Kinski falleciera realmente «por causas naturales». En efecto, alguien que dice de sí mismo «soy como una bestia con uñas. Si no fuera actor, me habría convertido en asesino o mártir» no puede morir como todo el mundo. Estas memorias nos aclaran la razón profunda, casi intolerable, de su extraño comportamiento.
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