Kant llevó una vida de rutina tal que los ciudadanos de Königsberg acostumbraban a poner en hora sus relojes cuando salía a dar su paseo de todas las tardes. Nunca salió de su ciudad natal, a orillas del Báltico y, sin embargo, sus clases de geografía sobre partes remotas del globo terráqueo atraían un público numeroso. Su ingeniosa explicación de la percepción humana revolucionó la filosofía, pero sus críticos sostienen que sólo un hombre que nunca vio una montaña pudo crearla.
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