Y mi hija es feliz, tanto como una puede serlo a su edad, cuando te sientes joven y guapa, y lo más importante: querida de modo incondicional. Él se lo tomó bastante peor; es cinco años y pico más joven que yo, pero se ha vuelto muy conservador de unos meses para acá. Hay días que no lo reconozco, y otros tantos me pregunto qué vi en él para caer rendida a sus pies y adorarlo como a un dios. Mi dios. Mi pequeño gran milagro.»
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