Umbral lo despachó sin contemplaciones juzgándolo apenas un Henry Miller sin talento; Bolaño le hizo justicia recomendándonos por activa y por pasiva que jamás leyéramos a Umbral. Y entre medias, entre una estupidez y otra, impasible en su ebriedad, Hank, el salvaje, el sátiro, el poseso, el poeta furibundo que se bebió la vida a tragos y en botella de cuello largo; que escupió a la cara de la sociedad de su tiempo y le dio por culo cuanto consienten en que le den por culo a esa ramera de vagina estrecha.
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